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Comer el Cuerpo de Cristo en la Eucaristía la curó de su anorexia....
Tom Leopold explica su bautismo en la Iglesia católica desde el judaísmo a raíz del trastorno alimentario de su hija
Domingo de Resurrección, 24 de abril de 2011. ReL. http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=15086
Tom Leopold tiene un cierto aire con Woody
Allen. Es judío, vive en Nueva York enamorado de su ciudad con
su mujer y sus dos hijas, luce un cieto aire kitsch con
unas gafas y un atuendo que presume de no haber modificado desde
1969 y ha hecho reír a millones de personas en todo el mundo.
Aunque la mayoría no lo saben.
Ha sido productor de decenas de episodios de series estrenadas
con gran éxito en España, como Cheers, Seinfeld o Will
& Grace, y ha escrito varios de sus capítulos. De vez
en cuando hace algún papel como actor, y ha publicado dos
novelas que se han vendido muy bien. En su currículum figura
haber trabajado con estrellas del espectáculo como Billy Cristal,
Chevy Chase, Steve Allen, Bob Hope o Lucile Ball.
Pero este Domingo de Resurrección, 24 de abril de 2011, es
noticia por otra cosa, y es su bautismo en la Iglesia católica,
que él mismo anunció y explicó en el blog de la Conferencia
Episcopal norteamericana.
Aquella Navidad en Arizona en 2009
"Sé que suena raro", afirma, "pero siempre
me gustó Jesús, aunque no fui lo suficientemente profundo
para comprender la idea de que es el Hijo de Dios". En
un cierto momento, Leopold se preguntó que habría pensado él
de haber vivido en la época de Jesucristo: "¿Habría
tenido el coraje de decir: Todos dicen que estamos esperando por
el Mesías... pues bien, ¡se acabó la espera!?". Dos mil
años después, dice, seguiría a Jesús si Él me llamara y
considera su bautismo "una bendición".
Y ¿por qué esa conversión? Tom Leopold lo explica en un flash-back
que se remonta a dos años atrás. Una de sus hijas,
de 14 años, padecía un trastorno alimentario que
estaba causándole serios problemas psicológicos con
repercusión en el colegio, y tuvieron que internarla en
una clínica en el desierto de Arizona. Era Nochebuena,
y su mujer, su hija mayor (de 17 años) y él fueron a verla y se
encontraron en un hotel decorando mínimamente la habitación
para celebrarla: "Éramos todos judíos,
pero por alguna razón siempre habíamos celebrado la Navidad.
Había algo sagrado en el modesto árbol que compramos...".
Un tipo raro
Al día siguiente podían estar con su niña enferma, así que se
acostaron pronto. Leopold confiesa que, tumbado en la cama
aquella noche y pensando en su pequeña, fue la vez en su vida
que más cerca estuvo de hundirse: "Hace falta ser algo más
que un simple guionista de comedia para explicar lo que se siente".
Se puso a rezar: "¡Por favor, Señor, dame aunque
sea el más pequeño signo de que estás ahí! ¡No puedo con
esto yo solo!".
Al día siguiente, mientras dejaban a sus hijas montando a
caballo y su mujer y él daban un paseo, se les acercó un hombre,
un tipo raro, que empezó a decirles que su primera mujer se
había llamado Pastora ("¿No era Jesús el Buen Pastor?",
se pregunta Leopold), y su segunda mujer le había llevado a
Cristo a los 33 años. Cuando se despidieron, el hombre le gritó:
"¡Dios te está mirando!".
San Patricio y el padre Morris
Tom quedó sorprendido por estas coincidencias, aunque algo
estrafalarias, y las interpretó como la señal que esperaba. Y
más tras otra coincidencia posterior: cuando un tiempo después
decidió ir a ver a un antiguo psiquiatra suyo, para que
atendiera a su hija, se encontró de bruces, saliendo del coche,
con el padre Jonathan Morris, un joven sacerdote colaborador del
Wall Street Journal y de la Fox TV, y que acababa de
publicar un libro de gran éxito, La promesa. El plan
de Dios cuando la vida te golpea.
Le paró, al reconocerle de la televisión: "¿Es usted el
padre Morris?". Lo era. "Tengo su libro en mi mesilla
de noche", le dijo Leopold: "¿Podría dedicarme unos
minutos? ¿Dónde puedo encontrarle?".
"Justo aquí", respondió el padre Morris, señalando
la iglesia de San Patricio.
Tom no nos cuenta qué habló con él. Guarda con discreción lo
que sólo a Dios y a él compete. Pero sí expresa que allí
cambió su vida: "Éste no es lugar para describir lo que
encontré justo allí, en la vieja San Patricio. En el
momento en el que el padre Morris me dio la mano, supe que sería
un seguidor de Cristo. ¿Que si mi hija sufre todavía?
Sí, sufre, todos sufrimos. Pero ahora siento la gracia de Dios.
No estamos solos".
Y termina con un "¡Felices Pascuas!", las Pascuas de
su encuentro con Él, este emotivo relato.